DOS VIDAS QUE DIOS UNIÓ
En
febrero de 1982, un asesinato conmociono a una localidad de Puerto Rico. Una
madre de familia de 32 años de edad fue acribillada por un enfurecido hombre
que termino suicidándose. Al otro día, la prensa aclaro los pormenores del cruel asesinato, que marco a Jannette y O nix. Dos
perfectos desconocidos que crecieron en medio de la delincuencia y el terror, y
que después de muchos años unieron sus vidas con el favor de Dios.
Esta tragedia
se inició en 1972 en la ciudad de Villalba, cuando los padres de Jannette
Maldonado Díaz, de solo cinco años de edad, decidieron separarse y rehacer sus
vidas. Al cabo de unas semanas, su madre pretendida por el director de la
escuela donde ella laboraba como cocinera, y en menos de un año formalizaron su
relación y se casaron. Por esta razón, Jannette y sus dos hermanos mayores se
mudaron a la ciudad de Poce, ubicada en la zona de la isla, donde cohabitaron
con el nuevo integrante de la familia.
Después de
unos meses de mutua convivencia, el padrastro de Jannette dejo de relucir su
verdadero rostro y su temperamento estricto y autoritario, que bajo los efectos
del alcohol y los celos enfermizos dejo enormes huellas en su esposa y toda su
familia.
“Él era
tan fuerte y robusto que alzaba del cuello de mi madre y la agarraba a golpes o
la lanzaba contra la pared… nosotros éramos muy pequeños y no tuvimos la
suficiente fuerza para ayudar a mi madre. Sentíamos una gran impotencia al no
poder defenderla”, recuerda Jannette.
Varios años
después, en octubre de 1981, la madre de Jannette, visiblemente cansada por todos
los maltratos, decidió poner punto final a la violencia en su hogar; entonces, cogió
un palo y golpeo a su verdugo cuando este intento lastimarla por enésima vez.
Al instante, el hombre, ensangrentado, huyo, pero la amenazo y le dijo que volvería.
Desde aquel
día, hasta los primeros meses de 1982, la mujer fue acosada en su trabajo por
medio de constantes llamadas telefónicas: le advertían que le quitarían la
vida. Desesperada ante la posibilidad de que el desalmado la matara, alerto a
sus tres hijos, entre Jannette, para que se cuidaran y se mantuvieran juntos si
algo le sucediese.
“si no
eres para mí, no serás para nadie!, le reiteraba su exmarido.
Las intimidaciones
se convirtieron en una terrible realidad de la noche del 27 de febrero de ese mismo
año, fecha en que el abusador, totalmente alcoholizado, ataco a su víctima y la
mato de tres disparos en presencia de Jannette, y de sus vecinos. La escena no
pudo ser mas perturbadora para ella, al observar el rostro de aquel hombre que
dominado por la furia y la confusión termino disparándose en la sien.
“Ver
morir a mi madre fue algo tan terrible que no quiero que alguien pase por esto…
No es lo mismo tener una madre enferma y verla morir a que te la arrebaten en cuestión
de segundos”, narra.
EL PEQUEÑO ASALTANTE
Después del
episodio sangriento que trastorno la vida de los tres huérfanos, la prensa se encargó
de divulgarlo en toda la población de puertorriqueña con el titular: “Director
de escuela mata a chilla”; el artículo fue leído por miles de personas,
incluido un pequeño llamado Onix Martinez
Figueroa, de 8 años más de edad, quien
por ese tiempo empezó a cometer asaltos y a involucrarse en la venta de drogas.
“Mis
padres no pudieron darme lo que quise, por eso puse mi mirada en el mundo de
las drogas, pensando que tendría ropa y dinero; y así fue…” recuerda Onix.
El nació
en noviembre de 1974 en Ponce y recuerda cómo se inició en este submundo,
vendiendo heroína, cocaína y marihuana a todo tipo de adictos de los barrios
bajos y de la alta sociedad puertorriqueña.
Por esta
venta ilegal fue arrestado y llevado a la cárcel de Guayama, al sur de Puerto
Rico, pero por tener 13 años de edad lo pusieron en libertad en cuestión de
horas. Esta oportunidad empujo a Onix a abandonar los estudios e involucrarse
mucho más en este ambiente hostil, hasta convertirse en un adicto.
“Mi
padres siempre me dijeron que cuando yo cayera preso nunca irían a verme”,
recuerda Onix.
Con 15
años de edad, Onix y el grupo de vendedores que lo acompañaban defendieron su
territorio y desafiaron a los delincuentes con los que se disputaron el control
de los puntos de venta de droga en los barrios y residencias de la ciudad marítima.
En estos enfrentamientos, por poco Oniz pierde la vida, como cuando fue a
comprar cervezas en un conocido bar en Aguadilla, donde un matón le puso un
revolver en la cabeza y lo amenazó con matarlo si no salía de sus espacios de
venta. Otras veces le dispararon a una distancia bastante corta, pero ni una
bala lo alcanzo.
En otra ocasión
fue un interceptado y perseguido por toda la carretera, hasta que el automóvil en
el que iba choco contra un poste de alumbrado público y tras el fuerte impacto
quedo partido en dos. El vehículo quedo hecho trizas, pero Onix salió parcialmente
ileso del accidente, pese a no tener puesto el cinturón de seguridad.
“Me han
disparado hasta once balas. Todas dieron en la pared o el piso, pero ninguna me
cayó… Dios me guardo la vida, porque sabía que yo predicaría su palabra” dice
Onix.
LOS HUERFANOS
Mientras
esto sucedía en la vida del pequeño delincuente, Jannette y sus dos hermanos salieron de la casa donde
se produjo la tragedia y fueron puestos a disposición de las autoridades y al
cuidado de sus tíos maternos. Unos meses después ubicaron a su padre, pero este
se negó a encargarse de todos, por lo que le dieron la custodia a la abuela
materna. Ella los crio en la misma ciudad de Ponce, en la zona donde ocurrieron
los hechos.
Con los
años, se hicieron adolecentes y escogieron una forma de vida muy distinta. Su hermana
mayor estudio una carrera universitaria, mientras que su segundo hermano mostro
cierta rebeldía y se refugió en la música heavy metal y en el ateísmo.
Entretanto, Jannette, con 19 años de edad, empezó a estudiar enfermería, pero
en el trascurso de sus clases conoció a un muchacho y concibió a su primera
hija. Sin embasrgo, la relación con el padre de la criatura duro mucho menos
que un temblor de la tierra, porque en un riña en la que la abofeteo; entonces, Jannette lo botó de su
casa para siempre.
“la
muerte de mi madre causo tal trauma que no permitir que nadie me maltratara a
mi o a mi nena… yo no pensaba vivir así”, señala.
A partir
de ese instante, Jannette no se comprometió con nadie más, hasta que conoció de
Onix y su azarosa vida de delincuencia y la drogadicción, así como de su
posterior rehabilitación en los caminos de Dios. A los más tarde, ambos se
unieron en matrimonio.
APRESADO
En agosto
de 1991, Onix nuevamente fue capturado por la policía, tras cometer un asalto a
mano armada. A los 17 años de edad, lo sentenciaron a dos años y medio de
prisión en la cárcel. Las cucharas, ubicada en Ponce. Tres meses después de su
encierro, la gloria divina se manifestó ante él, gracias a la predicación de un
anciano que anuncio a Cristo en los pabellones del hacinado penal. Onix escucho
el mensaje y se entregó en medio de
otros reclusos que no comprendieron su acción.
Pocas semanas
después de su conversión, Onix repitió la labor de aquel hombre de Dios y
cristianizo a muchos sentenciados como él. Su centro de reuniones fueron los
amplios pabellones y plazuelas del centro penitenciario, donde predico, oro y
aconsejo a todos sus compañeros de celda con la palabra del señor.
Al concluir
su pena en 1994, Onix fue puesto en libertad y se congregó en una iglesia evangélica
de su ciudad, donde conoció mas del señor y de su palabra. A su vez, concluyo
sus estudios aplazados e inicio relación amorosa con Jannette, que por ese tiempo
tenía 26 años.
En 1997
contrajeron matrimonio y Jannette empezó a sufrir complicación en su embarazo llamado
preclamsia, que le hizo abortar en tres ocasiones. Al cuarto intento, fue
sometida a un tratamiento extremo que aisló del mundo exterior, sin aparatos eléctricos
y sin ningún rayo de luz natural o artificial que perjudicara su salud.
Solo los médicos
y Onix fueron su único auxilio.
En medio
de esa soledad, Jannette empezó a ser ministrada por su esposo y por un
creyente que fueron a visitarla. A los siete meses de gestación alumbro su
segunda hija y tuvo una experiencia divina en la que el señor se reveló y la consoló
de su sufrimiento. Al ser dada de alta, se entregó a cristo en una iglesia de Movimiento
Misionero Mundial, donde empezó a congregar desde mayo de 1999.
En la
actualidad Onix, Jannette y us tres hijas, Yanirna, Naomi y Thamar, radican en
la misma ciudad que los vio crecer y donde vivieron más de una adversidad. Onix
sigue evangelizando en las carcels como en sus inicios y Jannette ya no vive más
del pasado, sino fija su mirada en el presente y su futuro. Confía en el amparo
del creador, quien los cuida de cualquier desgracia.
ayuda de : www.impactoevangelisticao.net
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